Con
Bruno Munari entre el arte y el diseño
En clases con el creador de las máquinas inútiles.
La
eternitá é adesso e il infinito non ha esterno…
Bruno
Munari
Con unas afiladas tijeras de color rojo llega a clases
y al instante comienza a cortar dos cintas de papel del mismo tamaño, unas
franjas de papel de 5 cm. de ancho por 30 cm. de largo c/u a las que luego les pega
sus extremos para construir de esa manera dos círculos, dos anillos, dos
cilindros… parece un acto de magia y no una clase de diseño, pero se trata del
Maestro Bruno Munari en una de sus magistrales clases en el Instituto Politécnico
de Diseño de Milán en Italia en el año de 1974. El primer anillo lo divide con
la tijera por la mitad y lo convierte en dos nuevos anillos más delgados los
cuales deja caer al piso, el otro anillo lo despega de sus puntas y haciéndole
un giro lo retuerce para construir una figura geométrica en donde no existe ni
el interno ni el externo; Munari ha fabricado la cinta de Moebius en la cual no
hay una parte interior ni una parte exterior, ni afuera ni adentro… El profesor
Munari nos pregunta: ¿si corto la cinta por la mitad qué pasaría? Y todos al unísono
respondemos con seguridad que sin dudas se divide en dos nuevos anillos, tal
cual como la primera cinta que dejo caer por tierra; pero NO, no se divide en
dos sino que se hace mas larga, al cortarla por la mitad con las tijeras la
cinta NO se divide sino que se hace mas larga… magia delante de nuestros propios
ojos, increíble lo que hemos visto!!!. Bruno Munari cual prestidigitador nos
hace un truco real sin trampas, sin juegos de manos… ¿y si ahora la corto de
nuevo por la mitad, qué pasaría? Entonces, todos como idiotas respondemos: se
hace mas larga profesor… pero NO, no se hace más larga sino que al cortarla por
la mitad con sus tijeras, la cinta se convirtió en dos anillos que quedaban enlazados entre sí, como si
fuesen eslabones de una cadena… fantástico, aplausos, increíble, magia
purita…pensamos, aunque en verdad estemos presenciando un ejercicio de
“TOPOLOGIA EXPERIMENTAL”… él nos dice: las figuras geométricas son perfectas,
para la geometría un cubo de plomo y uno de esponja son tan sólo dos cubos, son
iguales si sus lados lo son también; pero para la topología NO lo son ya que ella
estudia las transformaciones de los materiales unidos a la forma… un círculo
está hecho no por una línea, sino por una cadenita a la cual se le puede
cambiar la forma, puede transformarse a placer y hasta convertirse en un
cuadrado y aun así seguiría teniendo el mismo valor tácito… si tomamos un cubo
de plomo y lo ponemos sobre una plancha de hierro caliente veremos como éste
gradualmente se va convirtiendo en un circulo, en un disco plano lentamente se
redondean los ángulos, la base se irá ensanchando e irá cambiando de forma, si
lo dejamos enfriar este circulo tendrá medidas diferentes a las del cubo pero
continuara teniendo el mismo valor; el experimento lógicamente no es reversible
ya que si calentamos otra vez el círculo de plomo no se obtendrá de nuevo un
cubo.
Munari fue diseñador gráfico, industrial, artesanal,
diseñador visual, fue editor de muchísimos libros, escribió e hizo cientos de
libros, fue un gran artista plástico, hizo juguetes, lámparas, camas, sillas y
relojes, creó trabajos de figura-fondo, inventó los móviles y las máquinas
inútiles. Munari experimentó durante toda su vida con lo que le vino en gana,
trasgrediendo muchas veces las “normas” del diseño ortodoxo… una vez entró a
una fábrica en donde se hacían medias de nylon porque quería que le fabricaran
unas lámparas; al instante el dueño le dijo: nosotros no hacemos lámpara señor…
ya verán como sí las van a hacer les dijo Munari; y así fue pues fabricaron
unas lámparas cilíndricas de nylon, con anillos y plegables que se podían
guardar en una caja como las de las pizzas y al abrirlas se estiraban cuatro
metros… lámparas inspiradas en las de papel de arroz de Japón y ahora
realizadas en Milán con medias de nylon.
Con el maestro Bruno Munari tuve una estrecha cercanía
espiritual, él aparte de ser mi profesor, fue además mi tutor, mi maestro y mi
amigo, siempre estuve en clases, en el cafetín, en el metro y en su casa
pendiente de atrapar en el aire cualquier enseñanza, frase o comentario que él
emitiera; él me enseñó que existía la Topología y además que viera a las naranjas, las rosas y los
guisantes de una manera diferente; con él entendimos en clases que las
fotocopiadoras podían ser un estupendo medio de expresión artística, nos enseñó
a trabajar con el decollage, a quemar los fotogramas, a coser sobre las películas,
a utilizar la luz polarizada, a trabajar con películas súper 8 y 16 Mm.
intervenidas, nos explicó como resolver rápidamente y con lo que tuviéramos a
la mano muchos problemas del diseño, a trabajar con diapositivas de proyección
directa utilizando en vez de fotogramas: alas de libélulas, lenguas de
mariposas, pétalos de rosa o alfileres y además afinó de tal manera nuestra
visión para así poder ver formas en las manchas, en las hojas, en el humo y en
las nubes… nos agudizó la vista para ver arte en la basura y abrió nuestros
oídos para escuchar música en el ruido… gracias
al maestro Bruno Munari comencé a hacer Performance art, cine
experimental, instalaciones, diseño integral y ensamblajes, en verdad le
agradezco tanto a él que podría escribir hojas y hojas contando sus enseñanzas
y muchas de sus anécdotas, justo hoy que hay luna llena.
El Maestro Munari llegaba al instituto y nos enseñaba
como hacer un embalaje y los principios del empaquetamiento, y para esto llegaba
a su clase con una naranja en su mano derecha diciéndonos: ¿se puede establecer
un paralelo entre los objetos proyectados por el diseñador y los producidos por
la naturaleza? ¿Qué es la cáscara de una fruta si no el embalaje? En el caso de
la naranja nos encontramos con un objeto perfecto, en el que se encuentra la
absoluta coherencia entre su forma esférica,
su función y su consumo; la textura porosa la hace antirresbaladiza y agradable
al tacto, también el color es exacto pues de ser azul tendría en verdad un tono
equivocado… el maestro continuó su clase desglosando y describiendo cada gajo y
cada diminuto contenedor de jugo, habló de cada elemento y lo describió con
precisión como si se tratara de un embalaje industrial… luego sacó un huevo e
hizo lo mismo, después un coco, un plátano, una vaina de guisantes y una rosa y
de cada objeto habló maravillas; gracias a Dios que de todas estas clases
quedan los testimonios escritos en sus libros, para que todos los amantes del
diseño y las generaciones futuras puedan aproximarse a sus enseñanzas.
Una tarde en clase nos hablaba de un experimento
realizado por él mismo junto a unos psicólogos para comprobar cuál era el color
adecuado para ponerle a una caja de jabón en polvo, dicho experimento consistió
en lo siguiente: Se hicieron tres confecciones de cajas pero las tres del mismo
tamaño y material; la primera se pintó de amarillo, la segunda de azul y la
tercera de amarillo con azul… se le dieron las tres cajas a un grupo de
personas para que lavaran unos pañuelos con ellas, el público encuestado
declaró por unanimidad que el jabón de la caja amarilla era en verdad muy
corrosivo y que le había hecho daño en las manos, opinaron que el de la caja de
color azul era muy suave, en verdad muy débil, pero que el detergente en polvo de
la caja amarilla y azul tenia el equilibrio perfecto y por eso todos votaron
por el polvo de lavar de la caja amarilla y azul… en realidad nos comentaba
Munari, las tres cajas contenían el mismo detergente, el mismo polvo para
lavar… esto era causado por un hábil manejo de la publicidad y del color, sin
dudas una obra de los persuasores ocultos, Munari se reía y nos hacia reír a
todos en clase…. Desde ese día comenzamos a ver los productos en el mercado más
allá de sus etiquetas y color.
Todas las formas encierran una belleza, siempre detrás
de una forma existe otra forma oculta que sólo podemos ver si abrimos más los
ojos, si afinamos la visión; Leonardo Da Vinci veía árboles, caseríos, países,
batallas y muchas otras imágenes que encontraba en las manchas de humedad en
las viejas paredes; Shakespeare veía dragones y personajes en las formas de las
nubes… hay quienes sólo ven manchas en las manchas de la pared y nubes en las
nubes; nosotros que somos diseñadores no nos podemos conformar con una visión a
medias, necesitamos tener una nueva manera de mirar, un mirar total… la figura
se puede convertir en fondo y el fondo se puede convertir en figura… ¿todo está
en nuestras cabezas?.
Luego él me miró a los ojos me dio una palmadita en el
hombro y me dijo: Caro Carlos, animo dalla tigre farfalla…
No soy el único en deuda eterna con él, pues son muchísimos
los diseñadores visuales e industriales alrededor del mundo que pasaron por las
manos y las enseñanzas del maestro; pero a cada uno le corresponderá a su
manera la tarea de manifestarle su completo agradecimiento. Por mi parte
intento trasmitirle a mis alumnos esas enseñanzas e infundirles el espíritu de
Munari, para que se enfrenten al diseño desde una óptica humana, para que
acepten el diseño como un instrumento para mejorar la calidad de la vida; se
que éste es el caso de mis colegas y excompañeros de grado en el Instituto
Politecnico de Diseño de Milán en Italia en los años 70s, quienes hoy en día
son unos excelentes y reconocidos diseñadores, y quienes comparten conmigo la
admiración por quien dirigiera nuestros primeros pasos.
De nuevo le doy las gracias a mi amigo y profesor
Bruno Munari quien en forma sabia me enseñó la relación Arte-Vida y me aproximó
al camino del Zen, mil gracias al Maestro que me dio la libertad de ser lo que
soy y que aún hoy en día me acompaña en espíritu.
Munari va en un viaje aéreo, desde Japón a Italia y al
pasar sobre el polo norte, se da cuenta que el amanecer y el atardecer son la
misma cosa, vistas de dos puntos diversos…
Repitámoslo para que se grabe en nuestra memoria:
“El amanecer y el atardecer son la misma cosa, vistas de
dos puntos diversos”
Bravo por el Munari.
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